Clara Coria, o cómo llegar a ser autónoma en el amor

Publicado el Jul 5, 2001


Julio 2001, Año 4 Nº 36, Guatemala
Por: Edmundo Urrutia, guatemalteco, filósofo

La experiencia de la lectura no me deja dudas. Cuando un texto me habla a mí y dice cosas que me urge saber (presentidas pero no articuladas), lo siento en mi cuerpo, al transpirar, al respirar agitadamente. Una ansiedad deliciosa de descubrimiento, de iluminación se apodera de mí sin resistencia. El amor no es como nos contaron… ni como lo inventamos, de Clara Coria, es esa clase de libro que ayuda a tener introvisiones, a armar en el interior de la conciencia, con piezas sueltas (intuiciones, recuerdos, nociones), interpretaciones que les dan sentido a conductas, esas dolorosas recurrencias y fracasos continuados.

Su propósito es hacer inteligible lo misterioso, develar un sentimiento humano —el amor—, despojarlo de los velos que lo deforman y lo hacen una experiencia sufriente. El libro está escrito para que todos los amantes tomen conciencia de los mecanismos a través de los cuales esa abstracción con vida propia —la sociedad patriarcal— nos niega con sus mandamientos la posibilidad de relaciones amorosas sanas, constructivas, realistas. Se propone desvanecer las falsas representaciones del amor, que funcionan eficientemente para mantener a la mujer en una situación dependiente, subordinada, asimilada a la vida del hombre. Pero Clara deja muy claro que estas formas de amor no favorecen al hombre y diáfanamente nos señala que la liberación de la mujer es la liberación del hombre.

Recordé a Rougemont, quien criticó sin concesiones al amor pasión, al amor como sufrimiento, como experiencia de lo imposible, que se alimenta de dolor. Ahora le toca ser desmantelado en sus mecanismos sutiles al amor que toma su modelo del amor maternal, que troquela a la mujer y la convierte en la protagonista de todos los sacrificios, renuncias y postergaciones. Sin duda, estos mecanismos son formas culturales que la mantienen atrapada en un rol que la subordina, la hace servil «voluntariamente». Me gusta el concepto de naturalización, el hacer naturaleza relaciones que sólo son culturales, portadoras de valores sociales no necesariamente satisfactorios.

En la parte sobre el «cajoneo» se hace claro cómo se crean compartimentos en un armario subjetivo, donde se van guardando sueños, necesidades, deseos, vocaciones, no vaya a ser que alteren el orden de las cosas, es decir, el orden del que manda, del que dicta qué se puede y qué no.

El tratamiento del «aguante» es otra incursión en la ética del estoicismo impuesta a la mujer, que fácilmente se convierte en la ética del autoabuso que, a su vez, lleva al paroxismo de la autonegación.

El método con que se hizo el libro llama también la atención. Se trata de darles espacio a las mujeres para que hablen y se les escuche, a esa voz que viene de la vida. Pues no hay otro lugar donde la verdad se encuentra que allí donde la mujer comprende, a través del dolor y la alegría, lo que no funciona para ella en la forma del amor dominante, lo que tiene que cambiar. Porque se agotó.
Celebro este libro por mis amigas y hermanas, mi madre, mi compañera, mis ex compañeras, mis hijas y sobrinas, en fin, por todas las mujeres. Es que contribuye a formas más sanas, más libres e igualitarias de amar.

 

Responder

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *