«Las mujeres siguen siendo discriminadas»

Publicado el Ago 20, 2005

20 de agosto de 2005

La psicóloga y su defensa del feminismo

Por: Astrid Pikielny

"Las mujeres candidatas no se hacen cargo de estos temas ni los consideran prioritarios para sus políticas", sostiene Clara Coria. Foto: Soledad Aznarez

Aunque ahora las mujeres participan más en la vida pública y se insertan masivamente en el mercado del trabajo –incluso, muchas de ellas lo hacen como únicas o principales sostenedoras del hogar–, las situaciones de discriminación no han cambiado, en sustancia. Las subjetividades masculina y femenina no se modificaron. En general, la familia no tiene un reparto de roles más democrático. La mayoría de las mujeres gana dinero, pero no tiene autonomía económica. Además, siguen cargando con la responsabilidad afectiva del grupo familiar. Así lo ve la psicóloga Clara Coria, escritora y docente en universidades nacionales y extranjeras.

En 1979, Coria fundó, junto con otras investigadoras, el Centro de Estudios de la Mujer. Dos años después, a sus actividades docentes y académicas se sumaron “los grupos de reflexión de mujeres sobre problemáticas femeninas referidas a aspectos de la vida cotidiana”.

Desde entonces, Coria coordina grupos similares, experiencia con la que nutre sus libros y que le permite desplegar observaciones antropológicas sobre las pequeñas grandes batallas, claudicaciones y negociaciones que las mujeres realizan diariamente y que, en buena medida, son aceptadas como algo natural incluso por aquellas que se consideran modernas y emancipadas. Miembro de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo y ex asesora de la Subsecretaría de la Mujer durante el gobierno de Raúl Alfonsín, Coria ha investigado largamente la relación de las mujeres con el dinero y las formas de la dependencia femenina.

«Me dediqué a analizar ese tema porque en esta sociedad judeocristiana y capitalista el dinero es el recurso privilegiado del poder y el punto de partida para llegar a la autonomía. Sin independencia económica es imposible ninguna autonomía -sostiene la psicóloga-. Eso lo saben bien los políticos: si un país no es independiente económicamente, los otros deciden por él. Plantearse a fondo el tema del dinero es meterse en el corazón del poder y en el corazón mismo de las relaciones entre personas y entre hombres y mujeres, en particular.»

Una de las conclusiones en el trabajo cotidiano con mujeres es que la conciencia de género no es algo de lo que se parte, sino a lo que se llega. «Muchas mujeres, sobre todo las más jóvenes y las que han podido lograr cierto desarrollo, creen que nunca fueron discriminadas porque tuvieron éxito. Es lo mismo que pensar que como un pobre llegó a ser rico no existe la pobreza. No sólo no se preguntan cuántas lo han intentado y han quedado en el camino, sino que olvidan que otras no tuvieron las oportunidades, la preparación o los estudios necesarios», aclara.

«Aun aquellas que hemos desarrollado facetas de autonomía e independencia seguimos perpetuando aspectos de dependencia que son ancestrales y que son difíciles de ver, porque parecen naturales. Se toman como naturales los privilegios y las jerarquías de los varones. Por ejemplo, a las mujeres todavía les sigue costando mucho negociar un salario, cosa que los varones, cuando creen merecerlo, hacen con menos esfuerzo.»

Después de una larga lista de libros, entre los que se destacan El sexo oculto del dinero, Las negociaciones nuestras de cada día y El amor no es como nos lo contaron, Coria acaba de publicar Los cambios en la vida de las mujeres (Paidós), escrito con Anna Freixas y Susana Covas.

-¿Cuáles eran los dilemas que se planteaban las mujeres en la década del 80? ¿Son los mismos que ahora? 

-En el fondo, la subjetividad, tanto la masculina como la femenina, no ha cambiado sustancialmente. Ha habido muchos cambios sociales, pero el disco rígido de nuestra subjetividad no se ha modificado de acuerdo con los cambios exteriores. Entonces, hay hombres que se sienten muy modernos, pero que no asumen la crianza cotidiana de los hijos, y hay mujeres que se creen muy modernas, pero no se animan a decirles que no a sus parejas cuando no están de acuerdo. Lo que ha cambiado es la forma; no tanto el contenido.

-¿No advierte ningún cambio? 

-Quizás algunos temas son diferentes: ahora muchas mujeres y hombres jóvenes pueden decir que no saben si quieren tener hijos y no se sienten censurados por la sociedad, por lo menos en Buenos Aires. Esto hace treinta años era diferente. Una mujer que decía que no quería tener hijos era mal vista. Además, ahora las mujeres tienen un poco más de independencia económica, pero no hay tanta autonomía, porque muchas, aunque ganan dinero, en el fondo siguen sintiendo que tienen que rendir cuentas.

-¿La independencia económica no garantiza autonomía? 

-Exacto. Independencia es la disponibilidad de recursos económicos propios y autonomía es la posibilidad de utilizar esos recursos, de tomar decisiones con criterio propio, evaluando las diferentes alternativas. La síntesis la dio un varón en una conferencia mía en Madrid. Levantó la mano y dijo: «El problema de las mujeres es que en lugar de pedir opinión piden permiso». Es cierto: hay maneras muy sutiles de pedir permiso. Por ejemplo, cuando explicamos lo que vamos a hacer. A veces no tenemos que explicar, sino simplemente hacerlo, si creemos que es lo conveniente. Dar muchas explicaciones es una manera sofisticada de pedir permiso, y eso es una evidencia de falta de autonomía. Esto es difícil de modificar, así como es difícil de modificar la culpa que sienten las mujeres cuando no se entregan en forma altruista, cuando no funcionan como abuelas de tiempo completo con sus nietos y cuando no postergan sus proyectos y deseos para ayudar a sus hijos y demás familiares.

-Desde la restauración democrática hubo hiperinflación, crecimiento del desempleo y la pobreza. ¿Cómo han reaccionado las mujeres frente a las sucesivas crisis? 

-Lo que he visto en esos momentos de crisis es que fueron las mujeres las que menos se deprimieron. Frente a la hecatombe, se les ocurrió alguna manera creativa de salir adelante, ya sea juntándose con otras, inventando trueques o armando microemprendimientos. En ese sentido, creo que se sienten mucho más fortalecidas. El problema es que las mujeres seguimos cargando, en el fondo, con la responsabilidad de sostener afectivamente a todos los que nos rodean. Y ése es un peso grande.

-En muchos casos se advierte que las mujeres suman tareas y no se desprenden de ninguna: al trabajo doméstico se le suma el empleo rentado y, a veces, un trabajo comunitario o solidario. 

-Es cierto. Eso tiene algo a favor y algo en contra. Es un dato favorable el que las mujeres hayan creado redes que ellas sostienen, pero que también las sostienen a ellas. Lo que juega en contra es que no soltamos nada, y suele producirse una sobrecarga del trabajo doméstico -aunque no seamos nosotras las que cocinamos-, del trabajo afectivo y del trabajo fuera de la casa.

-¿Cree que la relación hombre-mujer dentro de la familia es ahora más democrática? ¿Piensa que, en el buen sentido, hay más complicidad en la pareja? 

-Yo no hablaría de complicidad. Esta es una sociedad patriarcal y en esa ideología patriarcal crecemos y nos desarrollamos, tanto los varones como las mujeres. Entonces, no es una cuestión de complicidad, sino de estar enredados y entrampados en una determinada manera de concebir las relaciones entre los géneros. En general, en los países por los que he viajado éste sigue siendo un problema. La diferencia es que en algunos países de Europa los movimientos feministas, los movimientos de igualdad de oportunidades y los movimientos democráticos están más desarrollados, mientras que en América latina está mucho más enraizada la modalidad católica, con caracterizaciones bien definidas. Es un modelo mucho más patriarcal. Entonces, las mujeres trabajan mucho más, luchan mucho más, pero están mucho más sometidas y, además, sufren más las violencias sexuales y domésticas.

-Usted trabaja, esencialmente, con la problemática cotidiana de las mujeres. ¿Por qué se concentró en este plano y relegó los temas más generales del feminismo?

-Porque estoy convencida de que los cambios sólo se hacen carne cuando los podemos poner en práctica en nuestra vida cotidiana. Creo que es día tras día, en el vínculo cercano con quienes nos rodean, donde se puede comprobar si somos coherentes con las teorías que sostenemos. Ese es el mejor test para ver si hay cambios. Desde siempre hemos sido testigos de ostentosos pregones públicos de comportamientos democráticos que se diluyen como la niebla cuando sale el sol en el ámbito doméstico y privado. Estoy convencida de que, en estos temas de género, lo supuestamente pequeño sostiene lo grande. Por eso destino mis mejores energías a lo que yo llamo «batallas cotidianas y moleculares». Indudablemente, los llamados grandes temas del feminismo son esenciales en el largo y laborioso camino de la liberación femenina. Pero desearía dejar en claro que hablar de la liberación femenina, es también, inevitablemente, hablar de liberación masculina, de un vínculo realmente solidario entre mujeres y varones, de un modelo distinto de convivencia. Creo que el único motivo real de preocupación masculina reside en la pérdida de privilegios. Y, obviamente, quien no esté dispuesto a perderlos hará todo lo posible por combatir los ideales feministas. No olvidemos que nuestros comportamientos personales son políticos, porque con cada uno de nuestros hechos vamos tejiendo la red social en la que transcurren nuestra vida y la vida de quienes nos rodean.

-¿Cómo define usted el feminismo? 

-El feminismo es un movimiento social que involucra a las mujeres, pero también a los varones que están convencidos de que las jerarquías instaladas entre los géneros son fuente de violencia y discriminación. Las personas que adhieren al feminismo creen que la existencia de privilegios otorgados al género masculino contribuye a perpetuar modelos de relación entre los géneros necesariamente autoritarios y profundamente empobrecedores. Podría sintetizarlo diciendo que el feminismo es un movimiento que enarbola los tres principios fundamentales de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad.

-¿Y por qué cree, entonces, que la mayoría de las mujeres y los varones usen el término «feminismo» de forma despectiva y peyorativa?

-Porque gran parte de la sociedad se encarga de hacer creer que el feminismo es un movimiento que está en contra de los hombres, lo cual es un grave error. En realidad, es un movimiento que intenta desarticular las jerarquías otorgadas al género masculino con la pretensión de lograr mayor ecuanimidad y solidaridad entre los géneros. Además, creo que quienes adhieren a los valores patriarcales se encargan de sembrar activamente la desconfianza con el objeto consolidar un prejuicio que termina funcionando como si fuera terrorismo psicológico.

-¿Por ejemplo? 

-Bueno, son muchas las mujeres que se han beneficiado con los logros del movimiento feminista: han conseguido acceder a los espacios públicos, a reconocimientos sociales, al poder político y al derecho de administrar su propio dinero, entre muchas otras cosas. Sin embargo, no resulta extraño escucharles decir que no son feministas porque son muy femeninas. Este es uno de los tantos actos de terrorismo psicológico que circulan subliminalmente, para hacer creer que volverse feminista es dejar de ser femenina. Otra situación frecuente es que algunas mujeres que lograron renombre digan que ellas nunca fueron discriminadas. Olvidan que si les fue posible llegar adonde llegaron fue, entre otras cosas, por la lucha de miles de mujeres invisibles, que desde hace siglos y en condiciones muy adversas levantaron sus voces contra las injusticias y los prejuicios. Lo que el feminismo tiene de sospechoso es que atenta contra los valores patriarcales que privilegian la jerarquía masculina, pero aclaremos que ésta no es una sospecha, sino una realidad desembozada.

-Hay varias mujeres candidatas para las próximas elecciones. ¿Por qué cree que los problemas de género no ocupan un lugar de importancia en su agenda? 

-Con alguna que otra excepción, las mujeres candidatas no se hacen demasiado cargo de los temas de género ni los consideran prioritarios para sus políticas. No hay conciencia de que, aunque sea muy difícil, es preciso modificar realidades discriminatorias que se han perpetuado desde hace siglos.

2 Comentarios

  1. Me gusta muuucho todo lo que dice y como lo dice la colega clara corría , utilizo sus libros como soporté teórico en mi trabajo terapéutico con mis pacientes. Necesitamos várias claras en la profesión, como así también en otras profesiones. Felicitaciones!!!!!

    • Querida Francisca, agradezco tus comentarios y me alegra que mis libros te sean de utilidad. Con mucho gusto compartiré comentarios si me escribes a mi mail personal: claracoria@claracoria.com
      Muy cordialmente
      Clara Coria

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