«Las mujeres no debemos ser satélites de los deseos de otros»

Publicado el Oct 2, 2005

2 de octubre de 2005

Posiciones de una psicóloga desde la perspectiva de género

Clara Coria se muestra en contra de los lifting y dice que es «muy saludable quererse sin pasar por el bisturí»

Por: Laura Vilche / La Capital

«Una paciente una vez me dijo: «Viví 20 años con un hombre tratando de ser como a él le gustaba, y después de 20 años, yo estoy insatisfecha y él vive con alguien que no conoce». La anécdota la cuenta la psicóloga y especialista en estudios de género, Clara Coria, quien presentó anteayer en Rosario su último libro Los cambios en la vida de las mujeres. Temores, mitos y estrategias. Un texto para quienes creen que han llegado a un momento en que deben y pueden hacer un cambio. «Se trata de una segunda vida -precisa Coria-, una vida ajena al calendario, puede ser a los 40, a los 50, a los 60 o los 70; se trata del momento en que decidimos ser las que somos y queremos ser, cuando sin culpas pensamos en nuestros propios deseos».

La especialista, también autora de El amor no es como nos contaron y El sexo oculto del dinero: formas de la dependencia femenina, todos editados por Paidós, escribió este libro en co-autoría con otras dos mujeres: Anna Freixa -doctora en Psicología- y Susana Covas -psicóloga social-, ambas residentes en España. Lo presentó en librería Homo Sapiens y, como no podía ser de otro modo, la acompañó otra mujer, la escritora Angélica Gorodischer (ver aparte).

-¿Todas las mujeres se animan a esta «segunda vida» que propone en el texto?

-Algunas lo intentan, otras tienen mucho miedo porque las educaron bajo la creencia de que si pierden el amor de quienes las quieren, van a quedar solas y abandonadas. Están casi convencidas de que el motor de su propio amor está en los otros, no en ellas mismas. Por eso creo que sufren mucho más que los hombres cuando enfrentan situaciones de amor frustrado. Tienden a sentir que si alguien dejó de quererlas es porque ellas no valen; en realidad la vida es más compleja y el amor también: no se sabe por qué empieza, por qué termina, ni por qué se mantiene. Creen que mantendrán el amor del otro si se portan bien y portarse bien es satisfacer el deseo del otro. Una segunda vida está lejos de eso, es un momento de apertura.

-Muchas dicen que en esta etapa aún no saben lo que quieren pero sí lo que ya no quieren.

-Claro, no quieren seguir siendo satélites del deseo ajeno, de aquellos otros a quienes quiere: el marido, los hijos…

-Hay muchos hijos que demandan a las mujeres que llegaron a la mitad de su vida cumplir con el rol de abuelas. ¿Qué opina de ese mandato?

-El abuelazgo puede ser una experiencia gratificante, pero salvo situaciones extremas, debe ser optativa, no impuesta. Pasar de cambiar y alimentar hijos a cambiar y alimentar nietos no es ningún cambio.

-¿Qué pasa con aquellas que deciden cambiar su vida de golpe como tirando el mantel: dejan la pareja de siempre, el trabajo, su lugar geográfico?

-Es un error, psicológicamente es imposible patear el tablero, los cambios reales son los internos; cuando una mujer logra cambiar internamente no necesita cambiar lo de afuera.

-¿Usted está diciendo que no es necesario un lifting?

-Personalmente creo que sería muy saludable que alguien pudiera quererse como es sin necesidad de pasar por el bisturí. Quienes quieran hacerlo tienen libertad, pero creo que es una experiencia bastante desagradable. Es que cuando se cambia desde adentro, afuera nada cambió, pero todo es distinto. Por ejemplo, más que reprocharle cosas que no nos gustan al hombre, hay que hacer cosas que nos gustan. Cambiar la queja por la acción. Porque si para que nos quieran tenemos que ser distintas de lo que somos…

-¿Es necesario tocar fondo para encarar esta segunda vida?

-Sucede que los seres humanos a veces necesitan una experiencia vital, traumática para cambiar. Pero sería bueno que esto pudiera enfrentarse estando bien. Quiero advertir que acceder a esta segunda vida es un trabajo arduo y laborioso.

-«Es dejar de pedir permiso», como dice el libro.

-Exacto, una vez un señor, en una conferencia en Madrid me interpeló: «Yo sé cuál es el problema de las mujeres, en lugar de pedir opinión piden permiso». Creo que tenía razón.

-Más feminista que muchas mujeres ese señor…

-Y, en una sociedad que trata de mantener el statu quo aún hay muchas mujeres que repiten la triste frase «yo no soy feminista, soy femenina». Puro terrorismo psicológico, quienes dicen esto creen que, por defender sus derechos y dejar de funcionar como una madre altruista e incondicional para todo el mundo, pierden feminidad.

-¿Pierden privilegios los varones con estos cambios femeninos?

-Sí, pero no el amor de las mujeres. El problema es que esta sociedad los educa haciéndoles creer que, si no son los más poderosos, no son nadie. Por eso sufren tanto.

-¿Están desorientados con estos cambios?

-Están desorientados los que creen que, si pierden privilegios y poder, dejan de ser varones; los otros, los convencidos de que no debe haber privilegios, disfrutan mucho más con las mujeres.

-¿Las mujeres maduras están cada vez más solas y entre mujeres?

-Puede ser, es que las mujeres se escuchan, acompañan y solidarizan entre sí. Los varones siguen esperando que los atiendan, entiendan y cuiden.

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