Intervención de Clara Coria en el homenaje a Marcela Lagarde

Publicado el May 23, 2013

Marcela LagradeLa antropóloga e investigadora feminista mexicana Marcela Lagarde fue declarada ayer, 22 de mayo, Huésped de Honor de la Ciudad de Buenos Aires por su «reconocida contribución a los derechos humanos y ciudadanía de las mujeres».

Texto de la intervención de Clara Coria:

Es una enorme alegría que la Ciudad de Buenos Aires haya declarado huésped ilustre a Marcela Lagarde y de los Ríos por su trayectoria como mujer luchadora en contra de las injusticias y desigualdades. Marcela es valiente, profunda y brillante. Desde su México nativo, hizo llegar su voz por los más remotos rincones de nuestra América Latina y España, pero su pensamiento siguió con vuelo propio más allá de los límites de nuestro idioma. Es una feminista lúcida que ha contribuido enormemente, tanto desde los claustros universitarios y lugares donde se genera pensamiento como desde los espacios sociales y políticos ofreciendo claves esclarecedoras para desarmar el pensamiento patriarcal.

Conceptos tales como «cautiverios», «ser para los otros», «feminicidio», «el descuido para lograr el cuido», «la diferencia entre soledad y desolación», por solo nombrar algunos, son herramientas fundamentales para poder ver y entender una infinidad de situaciones cotidianas por las que atraviesan y padecen las mujeres.

Su pensamiento y su acción pública ilumina una perspectiva que permite des-naturalizar —como ella muy bien los ha definido— los infinitos cautiverios en que transcurre la vida de las mujeres. Unas más y otras menos, todas hemos transitado cautiverios. Algunos evidentes pero imposibles de modificar y otros, profundamente arraigados en nuestra subjetividad considerada tan «deliciosamente femenina». Para muchas de nosotras fue necesario que transcurrieran tiempos de vivir para darnos cuenta de lo que en años más jóvenes que ahora, mirábamos sin reconocer. Por ejemplo nuestras sobre-adaptaciones, nuestras vulnerabilidades y las impunidades de las violencias ajenas. Para las nuevas generaciones, el tránsito de vivir con menores injusticias ha sido aligerado de algunas de las piedras que entorpecían el camino, sin que por ello se haya realmente modificado el trazado de la ruta por la que circulamos los géneros. Por eso, jóvenes y menos jóvenes seguimos siendo protagonistas de una tarea que requiere, entre otras cosas, tolerancia para reconocer los errores propios, paciencia para seguir sin claudicación en pos de nuestros objetivos y sobre todo, continuar alimentando el entusiasmo erotizado para disfrutar de lo que poco a poco vamos logrando aunque ello aún diste de lo que hubiéramos ilusionado.

En esta oportunidad, quiero homenajear a Marcela poniendo el foco solamente en dos aspectos de sus múltiples capacidades. Quiero homenajear a la Marcela que piensa como piensa y a la Marcela que se expresa como lo hace.

Cuando Marcela piensa es valiente, osada y a veces hasta temeraria.

Cuando Marcela piensa —por ejemplo en la situación de las mujeres que no son conscientes de que están instaladas, a pesar de ellas, en la situación de «ser para otros»—, es capaz de mostrarnos no solamente las sumisiones obvias, es decir, la superficie que está disponible a nuestros ojos, sino también el complejo entramado social, político y económico que ha sido inoculado en el ADN de un sinfín de generaciones. Ni ataca a esas mujeres que sin conciencia contribuyen a sostener y consolidar el patriarcado, ni tampoco cae en la pseudo ternura de compadecerlas. Simplemente las entiende y pone en evidencia la complejidad de la red en la que se hayan aprisionadas, sin que ello signifique justificarlas. Entender no es justificar, es abrir la puerta para comenzar a trazar otros caminos.

En cambio, cuando varía su ángulo de observación y piensa en aquellas otras que hemos superado algún nivel de nuestros cautiverios, tiene el coraje de develar lo que a muchas de nosotras podría avergonzarnos. Es decir, nuestros quiebres, nuestras confusiones, nuestros resabios patriarcales y la inercia que, a pesar de todo lo trabajado subjetivamente, sigue denunciando que aún no hemos llegado y que debemos continuar, porque el cambio es difícil. En síntesis, tiene la valentía de sumergirse en las profundidades aparentemente contradictorias que yacen bajo la superficie y sale airosa.

Sale airosa porque es capaz de mostrarnos, como en un film tridimensional, que la trama que estamos decididas a combatir es compleja, está muy enredada en los condicionamientos de género que se fueron consolidando durante milenios y lo que es aún mas complicado: que la materia prima con que contamos para hacer los cambios, aquellas que lo intentamos, es la misma que nos fue inoculada por la historia patriarcal. Es decir, no nos queda más remedio que hacer el cambio con la ropa usada, la que parecía protegernos de la intemperie al mismo tiempo que nos asfixiaba.

Es así, como en la complejidad del conjunto, se nos plantea el desafío de entender —y aceptar— que la fuente que nos provee las energías para el cambio es, paradójicamente, la meta a combatir. En criollo, se resume en un refrán tradicional: lo que no te mata, te fortalece. Se trata de un hermoso desafío, y la experiencia de vida me ha hecho creer que en realidad allí reside el nudo existencial de todo cambio profundo. Mientras en psicología, es esto lo que encontramos en la base de toda resiliencia —o sea, la capacidad para producir el maravilloso reciclaje que da existencia a las grandes transformaciones—, en el arte se lo reconoce y descubre en cada uno de sus grandes virajes. En síntesis, la manera de pensar de Marcela cae gota a gota sobre el pétreo patriarcado y logra horadarlo al tiempo de convencernos de que ya es demasiado el “des-vivir” para seguir soportando tanto hartazgo de inexistencia.

Cuando Marcela habla, su decir es transparente, directo, sin eufemismos y aunque descarnado está exento de violencia.

Su decir es diáfano. Cualquier público puede entenderla, desde la sofisticación de los claustros académicos hasta la sencillez de la sabiduría popular. Tiene la transparencia de lo que no requiere traducción ni explicación ad hoc. Nos despliega al mismo tiempo la superficie y el fondo. Expone con naturalidad las maneras con que la sociedad patriarcal sostiene y avala el «lugar que le corresponde a la mujer» en su devenir cotidiano develando, por la sola explicitación de lo obvio, lo que la misma sociedad pretende ocultar. La transparencia de su decir muestra las conexiones profundas mostrando que las superficies no son tan saludables como aparentan y que los costos de seguir naturalizando las múltiples formas de la abnegación convierten el vivir de las mujeres en una hipoteca vitalicia. Con su decir gracioso y oportuno Marcela también nos recuerda que suelen decirnos: «¿solita?» ante la ausencia de un varón que nos acompañe. Es así, como haciendo gala de un dudoso humor, la sociedad patriarcal se vale de uno de los sentimientos humanos más profundos, inalienables e intransferibles como es el sentimiento de soledad, afirmando con fuerza de verdad que dicha soledad existencial automáticamente se evapora ante la presencia masculina. Es de tal dimensión la fuerza de la naturalización con que se reciben los pseudo saberes patriarcales que, con gran sorpresa conocí, hace apenas unos meses, un grupo de mujeres que hacen turismo y se autodenominan «solitas por el mundo».

Gracias Marcela, por correr los velos sobre las desnudeces falsamente cubiertas por el afán ilusionista de naturalizar.

Voy a cerrar este homenaje con tus propias palabras sobre los cautiverios:
«…son encierros que pueden ser vividos como felicidad cuando es enunciada en lengua patriarcal, como lealtad, entrega, abnegación, cuando nos valoriza y nos ubica en el mundo y el cautiverio se llama hogar o causa. Cuando la especialización en los cuidados se concibe como instinto sexual y maternal, y la subordinación enajenada al poder es el contenido del amor …»

4 Comentarios

  1. Gracias Clara Coria por esa presentación de Marcela Lagarde que recién leo. Me siento obligada a agradecer porque tu texto hace lugar a la potentísima fuerza liberadora del pensamiento feminista que ella expone, y con qué frescura.

    • Gracias por tu comentario, Tatiana.

  2. Querida Clara, siempre que te busco te encuentro renovada, y eso es lo que me encanta de ti, nos identificamos en ese crecer constante, ahora me regalas el conocer a otra gran mujer Marcela Lagarde, gracias espero que ella también quiera ser mi amiga, pensamos y queremos lo mismo…que la mujer renueve su manera de pensar de sí misma y descubra todo su potencial natural conque fue dotada desde su creación, Gracias!!!

    • Hola María de la Luz, me alegro haber facilitado que conozcas a Marcela, una gran mujer, sin duda.
      Gracias por tu comentario

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